… “si Flamingo fuera un lugar, éste sería el Delta del Ebro” señala el diseñador, destacando la horizontalidad, verticalidad y luz de este impresionante paraje natural. Huertos, frutales, arrozales, dunas, lagunas, playas y marismas, que recrean la forma de un pájaro en vuelo y en Flamingo se convierten en sutiles difusores y focos de luz.

Independientes pero complementarios, y superpuestos como las distintas capas del ecosistema natural del parque, estos recrean formas sutilmente cóncavas y convexas para construir una nueva topografía a partir de la luz.

… “si fuera una emoción, serían la serenidad atenta, por su presencia de animal delicado pero presente”. Una elección fruto del diseño sutil de la colección, donde discos y puntos de luz suspendidos en el espacio otorgan carácter y personalidad mientras tratan de pasar desapercibidos.

Una “serenidad atenta”, que hace de Flamingo un silencioso observador, siempre presente y que mira sin molestar.

… “recuerdos escandinavos o la herencia de Castiglioni, es lo que Flamingo sería si fuese una imagen”, añade Arola. Jugando con difusores traslúcidos de distintas formas y tamaños, el diseñador recrea una experiencia espacial de la luz similar a la que maestros como Alvar Aalto, en Finlandia, o Gunnar Asplund, en Suecia, lograban a través de sus característicos lucernarios circulares; y a la de diseños como el de Achille y Pier Giacomo Castiglioni para el Pabellón de Diseño Industrial de la Trienal de Milán en 1954.

… “por último, si la colección fuera un animal, sería el que le da nombre: un flamenco”. Un ave cuyas esbeltas proporciones y característica elegancia toma prestada Flamingo, donde los cables son las patas y el cuello, los difusores, el cuerpo y las alas, y el terminal LED, el pico y las garras.

La temperatura de color, que varía entre los 2.700 y los 3.500ºK, recuerda los tonos cambiantes de su plumaje, y los infinitos planos de luz generados por los difusores y los terminales LED, al característico reflejo de los flamencos sobre el agua.